Cuando llega el tiempo estival todo el mundo piensa que ya llegan sus vacaciones, está cercano el momento
de tomar el bañador, la sombrilla y elegir zona de la playa donde tumbarse al sol. Las
temperaturas suben el clima es más cálido y es tiempo de relax, disfrutar de la
buena mesa y dejar a un lado el móvil, el stress del trabajo y los horarios.
Y llega ese momento anhelado, todo
preparados para pasar unos días estupendos de playa en familia. Chanclas, toallas y que no
se olvide la crema que después nos quemamos y no hay quien lo aguante. Al
llegar a la carretera de la costa hay colas de coches para llegar al
apartamento y como estamos de vacaciones
pues paciencia, no pasa nada, respiramos y pensamos que podemos esperar un poco más. Después de
instalarnos hay que hacer algo de compra porque después a la noche nos gustará
tomarnos una cervecita bien fría en la terraza de nuestro apartamento alquilado,
así que directamente al Mercadona. No sé si hay más gente en la playa que en el súper,
la estantería de los pollos asados está vacía y familias enteras detrás de los
carritos cargados de batidos, refrescos y patatas fritas.
Pero por fin estamos cerca del mar, las temperaturas
son más agradables que nos invita a salir a pasear por la playa. A sentarse en
la arena contemplando el atardecer con
la persona amada. A besarse bajo el ocaso y sin pestañear ni un segundo para ver cómo se funde el sol con el horizonte
marino.
A merecido la pena el esfuerzo de todo el
año por un segundo compartido. Que poco duró aquel atardecer y cuánto durará
dentro de nuestro corazón, porque allí quedaron nuestras palabras, allí quedaron
nuestras miradas y nuestros besos, pero que
estarán siempre en nuestro memoria y en el corazón. Solo tenemos que cerrar los ojos,
rememorar ese momento y todo será nuestro otra vez.
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